viernes, 26 de febrero de 2016

Un camino hacia la mar

Por German martínez lizarzaburu

Me sueño enterrando mi primer libro de los secretos en la punta del cerro frente a  mi casa, allá en ciudad satélite, por la calle Remigio Morales en Chiclayo, en sus faldas hoy está un colegio y ese cerro fue partido por la mitad para que pase una auto pista.
Desde ese promontorio divisaba la ciudad y el mar, era mi refugio de fantasía, ahí escribía lo que hoy se llaman poemas, en ese lugar sacaban  piedras los vecinos  para adornar la fachadas de la ciudad y sin medir peligro me aventuraba escalar sus paredes y era un juego solitario de 12 0 15 metros de altura, era un niño curioso y aventurero.
Desde esa cima, me encanta ver el mar verde, me veía nadando en él, olía su brisa y escuchaba su canto invitándome a visitarlo, pero antes había extensas campiñas con plantaciones con frutas y de arroz, pero me encantaba mirar la ciudades desde el cerro ya sea  en las mañanas, y en la noche de mar la luna se reflejaba y era bella, un día de ver tanto la ciudad de Chiclayo y sus calles, me anime a subir a un microbús y por unos centavos viajaba todo el recorrido de la ciudad hasta llegar a su terminal y volvía hacer el recorrido una  y otra vez , por la tarde volvía a casa, hasta que un día me  puse ayudar un  cobrador  de micro bus, de eso nadie se enteró y aquel verano me gane un par de soles, mi padre me regalo mi primer chaleco serrano de Chachapoyas, muy colorido, recuerdo que tenia unas ojotas, usaba collares,llevaba el pelo largo, me sentía un hippy era otro level, (pero es   otra historia).

Tanta era la belleza del mar esmeralda, que una mañana baje del cerro confidentes de mis sueños, era un día de verano caluroso. Como usaba pantalones cortos, zapatillas, polo y una visera ; camine esquivando los caminos que ya conocía de memoria mi cerro, hasta llegar al primer lindero de las chacras aledañas, me orientaba mirando al sol y sintiendo la brisa marina que me refrescaba ante el ardió sol del verano y un pajarillo marino que me acompaño en la caminata,así esquivando los campos de arroz, los campesinos en su campo espantado a los pájaros arroceros, un día domingo del año 1979 y conocí a los señores espantapájaros, eso tiempo los perros, no me la ladran y me correteaban como hoy, entre a una casona abandonada era grande redonda con tejas rojo viejo de dos plantas la recorrí encontré manuales de siembra y alucine con historia de familias importantes y veía espectros que me sonreían, pero el mar me seguía guiando y camine, recogí guayabos, guabas, limas dulces y camine por una pista donde no pasaba nadie , una brisa fría con viento leve levanto polvo,  ramas secas, y cruzaban la carretera y me vi caminando por entre casa abandonas, una fila infinita de cantos de soledad, el sol jugaba con las sombras de las viejas casa, alguna vez mucha gente soñó e hizo cosas linda y feas en ella, por algo la abandonaron, me vi como un vaquero pistolero del viejo oeste de la películas americanas, esperando que me salga alguien entre las equinas y de las ventanas, confieso que el canto que del viento  que hacía con las casa abandonadas, me daba medio porque lloraba es  pueblo, pero la brisa del mar me animaba seguir caminando, sentía sed, pero no cansado, esta emocionado, el mar se escuchaba con más alegría era como una carcajada juvenil y camine más rápido, un solitario bus color celeste Volvo no sé de donde salió,  me paso lento sin apuros, y empecé a correr a seguir el bus que me guío a la Caleta de San José una calle larga con casas de postal, a los extremos un morro con su cruz en alto a la derecha que cerraba el paso, botes pescadores de rojo blanco acoderados en la playa con caballitos de totoras, pesadores trayendo una variedad de frutos del mar. Camine hasta entra en la mar, emboque el agua salada, como besando el agua y me di un chapuzón  bendito por que fue la última vez que entre al mar y el sol de la tarde estaba color  naranja medio rojo, me quede sentado en la orilla, por haber logrado conversar con el mar, que nos habíamos mirado desde el cerro de mi casa y que era la despedida, porque  ese verano, deje en la cima enterrado mi  libro de frases secretas y vine de nuevo a mis raíces la selva, y no he vuelto conversar con él.

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