miércoles, 29 de enero de 2014

LA FLACA... un pequeño cuento de la selva Ucayalina



LA FLACA


Había llegado de otra escuela una flaca de cabellos negros ensortijados y a  la bandolera traía un celular rojo que cada vez que alguien llamaba contestaba despacio y mirando a todo lado, una vez terminada la perorata borraba el número.
Bonita la flaca, cruce de negra con policía costeño acriollado.

Esos días andaba yo como si no existiera y nadie me ponía atención y pensé esta flaca que se va a fijar en mí, pasaron los meses solo hubo un hola al momento de firmar el parte de asistencia. En una reunión de coordinación ella se sentó un asiento adelante, tímidamente le miraba sus pies chiquitos y bonitos, bien cuidados con adornos en las uñas y una cadenita en el tobillo y quede mirando sus pies canelas.
Sus hermosos ojos negros me localizaron y me quedó mirando; avergonzado solo le dije: “que lindos son tus pies”, pensé que se enojaría, volteo y no dijo nada, la reunión era sosa y cansada cogí mi lápiz y me puse a dibujar los pies de la flaca, en un de repente ella se levantó y me dijo:
-           ¡Sígueme!
-           Sin saber para qué y por qué automáticamente me despegue de mi silla y cruzamos el amplio auditorio bajo la distraída mirada del público bajamos las escaleras.
-           Vamos a comer un ceviche.
-           ¿A dónde?
-           Yo te llevo.
-           Su aroma, su curvilíneo cuerpo, su aroma otra vez, su porte, sus cabellos, la voz venida del cielo me confundió, yo flotaba.
En la cevicheria bebimos dos cervezas hasta que preparen el ceviche.
Conversamos trivialidades del colegio, los alumnos  y de los cursos.
-           Quiero ir a un lugar tranquilo, me acompañas.
-           Pero a dónde, yo  no conozco un lugar así. Soy nuevo en la ciudad.
-           No te preocupes yo te llevaré hay un lugar lindo camino al lago de Yarinacocha “Las Dunas”.
-           De repente suena su celular.
-           ¿Hola amor cómo estás?
-           Estoy en el comedor del colegio, y tú?
Un silencio.
-           Llegaré un poco tarde tengo que hacer un trabajo en el colegio no me esperes.
-           Colgó y borró el número.
No pedí explicación terminamos el ceviche y ya íbamos por tres cervezas.
Pagamos la cuenta a medias y salimos de la Barca o sea la cevicheria.
Un motokar de esos que se voltean y chocan constantemente, me pareció un bólido nupcial y que llevaba un cartelito “va pa el matadero” calatitos anunciando un viaje a la luna, no existía nada más que es bendito motor que embarcaba una flaca que gusta hasta como chuparse los dedos.
Voló el motokar, mejor se tele transporta, no sé cómo me vi envuelto en un cuarto de hotel burdelero con espejo en el techo y cama en forma de corazón los hay redondo, cuadrado y triangulares un asiento que parece caballito esta silla para que sirve.
-           Ya lo verás más tardecito.
-           Una nevera con cócteles y gaseosas, cigarro y un televisor con cable de películas porno; me daba cosa verme calato en el espejo del techo.
-           Toda una pantera salió del pequeño baño con yacusi de color granate vestía el traje universal que todos traemos cuando Dios nos deja en el mundo.
-           Que combate a muerte de exigencia corporal, volar, placer, quejidos, lagrimas, besos, mordidos, palabrotas subes, bajas, pufos, el salto de tigre, mira quien viene, besos negros y mil técnicas más.
Sonó el celular, se apagó la tele porno, se apagó la radio de música chichera y me dijo stop y chitón please.
-           Hola amor que sucede.
-           Nada estoy en el baño, tanto era el silencio que ni los grillos y sapos se les atrevió croar o chillar.
-           Ahorita voy solo que nos quedamos un rato con las chicas tomando más chelitas.
-           Aay que celoso eres, si sigues así cholito mejor te dejo.
-           Piensa lo que quieras, mira voy hacer lo que tú dices.
Silencio.
- Ya voy amor y espérame calato.
El momento que sonó su celular se había quedado cabalgando.
Apago su celular pero antes borró el número.
-           Este huevón me tiene harta. Un día de estos lo dejo.
Esa noche bajo el sol de las Dunas, vi salir la luna acompañada de las estrellas y no contaré más que es lo que pasó con la flaca, pero si les diré que la poseí como un fauno; apagamos las luces y el cuarto de corazón mudo testigo de amores fornicarios ocasionales quedó con aroma de cuerpos reunidos y óvulos aprisionados en los papeles higiénicos atorando el inodoro.
Regresamos en el mismo motokar de la muerte, el bólido de tres ruedas encabritado saltaba los baches y en esa curva de mierda se presentó unas luces, un golpe secó, un túnel, una luz, un quejido, un dolor en el costado, alguien tirado en la pista con el cráneo abierto.
Sonó un celular.
Sonó otra vez y otra, otra, otra, se escuchó la voz de la contestadora y el mensaje decía: “Mujer sácame la vuelta pero no me dejes”.
La policía llegó y la eternidad se hizo cuando no llegaba la fiscal.
La flaca de verdad ya se fue y abandonará para siempre al pata que a lo mejor la amaba más que su propia sombra.
La multitud se apiñaba a ver el cuerpo que convulsionaba de la flaca, por otro lado el jinete del bólido de la muerte también estaba tirado en la pista.

En esa confusión y agarrando mis costillas adoloridas me escabullí ante la multitud. 
             

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