Había llegado de otra
escuela una flaca de cabellos negros ensortijados y a la bandolera traía un celular rojo que cada
vez que alguien llamaba contestaba despacio y mirando a todo lado, una vez
terminada la perorata borraba el número.
Bonita la flaca,
cruce de negra con policía costeño acriollado.
Esos días andaba yo
como si no existiera y nadie me ponía atención y pensé esta flaca que se va a
fijar en mí, pasaron los meses solo hubo un hola al momento de firmar el parte
de asistencia. En una reunión de coordinación ella se sentó un asiento
adelante, tímidamente le miraba sus pies chiquitos y bonitos, bien cuidados con
adornos en las uñas y una cadenita en el tobillo y quede mirando sus pies
canelas.
Sus hermosos ojos
negros me localizaron y me quedó mirando; avergonzado solo le dije: “que lindos
son tus pies”, pensé que se enojaría, volteo y no dijo nada, la reunión era
sosa y cansada cogí mi lápiz y me puse a dibujar los pies de la flaca, en un de
repente ella se levantó y me dijo:
- ¡Sígueme!
- Sin saber para qué y por qué
automáticamente me despegue de mi silla y cruzamos el amplio auditorio bajo la
distraída mirada del público bajamos las escaleras.
- Vamos a comer un ceviche.
- ¿A dónde?
- Yo te llevo.
- Su aroma, su curvilíneo cuerpo, su
aroma otra vez, su porte, sus cabellos, la voz venida del cielo me confundió,
yo flotaba.
En la cevicheria
bebimos dos cervezas hasta que preparen el ceviche.
Conversamos
trivialidades del colegio, los alumnos y
de los cursos.
- Quiero ir a un lugar tranquilo, me
acompañas.
- Pero a dónde, yo no conozco un lugar así. Soy nuevo en la
ciudad.
- No te preocupes yo te llevaré hay un
lugar lindo camino al lago de Yarinacocha “Las Dunas”.
- De repente suena su celular.
- ¿Hola amor cómo estás?
- Estoy en el comedor del colegio, y
tú?
Un silencio.
- Llegaré un poco tarde tengo que hacer
un trabajo en el colegio no me esperes.
- Colgó y borró el número.
No pedí explicación
terminamos el ceviche y ya íbamos por tres cervezas.
Pagamos la cuenta a
medias y salimos de la Barca o sea la cevicheria.
Un motokar de esos
que se voltean y chocan constantemente, me pareció un bólido nupcial y que
llevaba un cartelito “va pa el matadero” calatitos anunciando un viaje a la
luna, no existía nada más que es bendito motor que embarcaba una flaca que
gusta hasta como chuparse los dedos.
Voló el motokar,
mejor se tele transporta, no sé cómo me vi envuelto en un cuarto de hotel
burdelero con espejo en el techo y cama en forma de corazón los hay redondo,
cuadrado y triangulares un asiento que parece caballito esta silla para que
sirve.
- Ya lo verás más tardecito.
- Una nevera con cócteles y gaseosas,
cigarro y un televisor con cable de películas porno; me daba cosa verme calato
en el espejo del techo.
- Toda una pantera salió del pequeño
baño con yacusi de color granate vestía el traje universal que todos traemos
cuando Dios nos deja en el mundo.
- Que combate a muerte de exigencia
corporal, volar, placer, quejidos, lagrimas, besos, mordidos, palabrotas subes,
bajas, pufos, el salto de tigre, mira quien viene, besos negros y mil técnicas
más.
Sonó el celular, se
apagó la tele porno, se apagó la radio de música chichera y me dijo stop y
chitón please.
- Hola amor que sucede.
- Nada estoy en el baño, tanto era el
silencio que ni los grillos y sapos se les atrevió croar o chillar.
- Ahorita voy solo que nos quedamos un
rato con las chicas tomando más chelitas.
- Aay que celoso eres, si sigues así
cholito mejor te dejo.
- Piensa lo que quieras, mira voy hacer
lo que tú dices.
Silencio.
- Ya voy amor y espérame
calato.
El momento que sonó
su celular se había quedado cabalgando.
Apago su celular pero
antes borró el número.
- Este huevón me tiene harta. Un día de
estos lo dejo.
Esa noche bajo el sol
de las Dunas, vi salir la luna acompañada de las estrellas y no contaré más que
es lo que pasó con la flaca, pero si les diré que la poseí como un fauno;
apagamos las luces y el cuarto de corazón mudo testigo de amores fornicarios
ocasionales quedó con aroma de cuerpos reunidos y óvulos aprisionados en los
papeles higiénicos atorando el inodoro.
Regresamos en el
mismo motokar de la muerte, el bólido de tres ruedas encabritado saltaba los
baches y en esa curva de mierda se presentó unas luces, un golpe secó, un
túnel, una luz, un quejido, un dolor en el costado, alguien tirado en la pista
con el cráneo abierto.
Sonó un celular.
Sonó otra vez y otra,
otra, otra, se escuchó la voz de la contestadora y el mensaje decía: “Mujer
sácame la vuelta pero no me dejes”.
La policía llegó y la
eternidad se hizo cuando no llegaba la fiscal.
La flaca de verdad ya
se fue y abandonará para siempre al pata que a lo mejor la amaba más que su
propia sombra.
La multitud se
apiñaba a ver el cuerpo que convulsionaba de la flaca, por otro lado el jinete
del bólido de la muerte también estaba tirado en la pista.
En esa confusión y
agarrando mis costillas adoloridas me escabullí ante la multitud.